Ha sido un año agotador a pesar de que está comenzando, todo se me ha venido cuesta arriba y cada vez que pienso en todo lo que queda, siento que me agoto aún más. Obviamente hay cosas buenas, sensaciones que sin duda me llenan el corazón de vital amor, un motor que de no existir me haría sentir perdida.
Sin embargo día con día me veo expuesta a niveles profundos de frustración y manejo de problemas que me han llevado a sentirme extraña, angustiada y asustada. Siempre he sido algo nerviosa cuando se trata de temas importantes pero siento que esta vez es algo distinto.
Hace tiempo que no tenía una sensación incontrolable de llorar, avergonzada por no lograr una meta, frustrada por no "alcanzar" un objetivo, y es que ultimamente he tenido mucho de eso. Nunca pensé que salir de mi zona de confort sería tan, pero tan duro.
Hoy en especial me vi enfrentada a esta sensación de angustia incontrolable, de sentirme desamparada, triste, enojada y frustrada, al borde del llanto en un lugar público, cosa que por cierto empeora todo y aumenta este sentir tan caótico. No fui capaz de llamar a nadie por teléfono, tampoco de pararme y dirigirme hacia mi casa, no podía moverme y de pronto tampoco podía respirar con facilidad, mis manos se aferraron a una silla muy hostil de plástico, conectada con otras sillas, en las que había sentadas otras personas, y pensé, aquí viene de nuevo, se acerca esa ola de emoción incontenible que odio, no podía hacer nada para sortear la situación, hasta que me aferré a mi mochila y sentí la figura inconfundible y rectangular de un libro.
Mis manos temblorosas y heladas deslizaron torpemente el cierre hasta el tope, mis ojos, guías poco hábiles debido al mar de lágrimas contenidas, solo ayudaban a tientas, hasta que en un espasmo de mi mano derecha tome fuerte un objeto que se liberó por si mismo, de esa forma, pude acceder al milagroso contenido que sin duda sería mi salvación.
Desde tiempos inmemoriales siempre traigo lectura a donde quiera que vaya, no obstante mi destino, ni mi quehacer, pero el trabajo y el estudio me han despojado de mi natural costumbre. Para mi suerte y bendición esta semana no era una jornada de evaluaciones por lo que consideré quererme mucho y leer la segunda parte de "Historia secreta de Chile", es por eso que al abrazar fuertemente mi mochila, esperando a que la tormenta pasara, recordé que me hacía acompañar de este tan valioso elemento, lo saque lo más rápido que pude, a pesar de sentir que me demoré años y al abrirlo comencé a leer como una posesa. Inmediatamente sentí un abrazo, un bienestar, una protección. Viajé rauda al Santiago de 1814, específicamente a lo que sería la antesala para la Independencia (real) de nuestro país, gracias a la infranqueable ayuda de nuestros hermanos argentinos.
Poco a poco el dolor de mi pecho fue desapareciendo y cual bálsamo para el corazón, se suavizó ese agudo dolor que siento en estas infortunadas jornadas. Fueron las frases que, con comas y puntos seguidos daban paso a encontrar refugio en cada uno de los párrafos de ese libro, por los cuales lentamente mi cabeza se calmó y mis trémulas manos dejaron de rogar que todo esto pasara pronto.
Sentí una fuente inagotable de bienestar conforme pasaba la página y me aferré fuerte al cuerpo de este evento literario que como ninguno ha sabido consolarme y prometerme un futuro mejor.
Han sido tiempos duros, pero mientras existan los libros en mi estante, "aún habrá patria señores". Pensé en eso y tuve convicción como para moverme, pararme lentamente y salir de ahí con el corazón henchido de pura valentía, puesto que mi fortaleza la había dejado en la misma silla que desfallecí minutos atrás, avance unos pasos con clara dirección y a lo lejos ví a una cara familiar, mientras me prometía a mi misma que sería fuerte y no caería en esta vorágine de emociones nunca más .
La fortuna que minutos atrás me desfavorecía, ahora me premiaba por haber escogido seguir y sin duda me presentó a quien me ama sincera y profundamente tal como yo a él, ya que ha convivido toda su corta vida conmigo. Era mi hermano que me dedicaba una cálida sonrisa y al mismo tiempo me preguntaba si estaba todo bien. Me envolvió en un abrazo protector y me dijo: "hablemos pero no acá, salgamos" y luego de estas palabras sentí estar como en mi hogar y que todo estaría bien.
Pensé que había atravesado un campo de batalla en el que me habían herido de gravedad y que ese libro que me dió la fuerza para moverme era mi trinchera.
Mi hermano me llevo a casa, que desde siempre ha sido mi paz y todo lo bueno del mundo, sin embargo si es que esta historia ha tenido un final feliz es por ese libro, que sin tener parte en este entuerto, pudo exorcizar todo el demonio que se apoderaba de mi, liberó a todo el ejército de energías que pelearía por mi esta batalla que pensé dar por perdida en momentos de desesperación.
¿por qué? porque los libros día con día siguen salvándome la vida y espero que lo sigan haciendo para siempre.
Sin embargo día con día me veo expuesta a niveles profundos de frustración y manejo de problemas que me han llevado a sentirme extraña, angustiada y asustada. Siempre he sido algo nerviosa cuando se trata de temas importantes pero siento que esta vez es algo distinto.
Hace tiempo que no tenía una sensación incontrolable de llorar, avergonzada por no lograr una meta, frustrada por no "alcanzar" un objetivo, y es que ultimamente he tenido mucho de eso. Nunca pensé que salir de mi zona de confort sería tan, pero tan duro.
Hoy en especial me vi enfrentada a esta sensación de angustia incontrolable, de sentirme desamparada, triste, enojada y frustrada, al borde del llanto en un lugar público, cosa que por cierto empeora todo y aumenta este sentir tan caótico. No fui capaz de llamar a nadie por teléfono, tampoco de pararme y dirigirme hacia mi casa, no podía moverme y de pronto tampoco podía respirar con facilidad, mis manos se aferraron a una silla muy hostil de plástico, conectada con otras sillas, en las que había sentadas otras personas, y pensé, aquí viene de nuevo, se acerca esa ola de emoción incontenible que odio, no podía hacer nada para sortear la situación, hasta que me aferré a mi mochila y sentí la figura inconfundible y rectangular de un libro.
Mis manos temblorosas y heladas deslizaron torpemente el cierre hasta el tope, mis ojos, guías poco hábiles debido al mar de lágrimas contenidas, solo ayudaban a tientas, hasta que en un espasmo de mi mano derecha tome fuerte un objeto que se liberó por si mismo, de esa forma, pude acceder al milagroso contenido que sin duda sería mi salvación.
Desde tiempos inmemoriales siempre traigo lectura a donde quiera que vaya, no obstante mi destino, ni mi quehacer, pero el trabajo y el estudio me han despojado de mi natural costumbre. Para mi suerte y bendición esta semana no era una jornada de evaluaciones por lo que consideré quererme mucho y leer la segunda parte de "Historia secreta de Chile", es por eso que al abrazar fuertemente mi mochila, esperando a que la tormenta pasara, recordé que me hacía acompañar de este tan valioso elemento, lo saque lo más rápido que pude, a pesar de sentir que me demoré años y al abrirlo comencé a leer como una posesa. Inmediatamente sentí un abrazo, un bienestar, una protección. Viajé rauda al Santiago de 1814, específicamente a lo que sería la antesala para la Independencia (real) de nuestro país, gracias a la infranqueable ayuda de nuestros hermanos argentinos.
Poco a poco el dolor de mi pecho fue desapareciendo y cual bálsamo para el corazón, se suavizó ese agudo dolor que siento en estas infortunadas jornadas. Fueron las frases que, con comas y puntos seguidos daban paso a encontrar refugio en cada uno de los párrafos de ese libro, por los cuales lentamente mi cabeza se calmó y mis trémulas manos dejaron de rogar que todo esto pasara pronto.
Sentí una fuente inagotable de bienestar conforme pasaba la página y me aferré fuerte al cuerpo de este evento literario que como ninguno ha sabido consolarme y prometerme un futuro mejor.
Han sido tiempos duros, pero mientras existan los libros en mi estante, "aún habrá patria señores". Pensé en eso y tuve convicción como para moverme, pararme lentamente y salir de ahí con el corazón henchido de pura valentía, puesto que mi fortaleza la había dejado en la misma silla que desfallecí minutos atrás, avance unos pasos con clara dirección y a lo lejos ví a una cara familiar, mientras me prometía a mi misma que sería fuerte y no caería en esta vorágine de emociones nunca más .
La fortuna que minutos atrás me desfavorecía, ahora me premiaba por haber escogido seguir y sin duda me presentó a quien me ama sincera y profundamente tal como yo a él, ya que ha convivido toda su corta vida conmigo. Era mi hermano que me dedicaba una cálida sonrisa y al mismo tiempo me preguntaba si estaba todo bien. Me envolvió en un abrazo protector y me dijo: "hablemos pero no acá, salgamos" y luego de estas palabras sentí estar como en mi hogar y que todo estaría bien.
Pensé que había atravesado un campo de batalla en el que me habían herido de gravedad y que ese libro que me dió la fuerza para moverme era mi trinchera.
Mi hermano me llevo a casa, que desde siempre ha sido mi paz y todo lo bueno del mundo, sin embargo si es que esta historia ha tenido un final feliz es por ese libro, que sin tener parte en este entuerto, pudo exorcizar todo el demonio que se apoderaba de mi, liberó a todo el ejército de energías que pelearía por mi esta batalla que pensé dar por perdida en momentos de desesperación.
¿por qué? porque los libros día con día siguen salvándome la vida y espero que lo sigan haciendo para siempre.